El hartazgo hacia la política se refleja de muchas formas y en distintos sectores. El de los jóvenes no es la excepción. Relacionamos naturalmente la política con corrupción, tráfico de influencias, clientelismo y demás abusos de poder, conocidos y repudiados por todos.
Es cierto. Pareciera que la política en México está en estado de descomposición. Basta con encender el televisor o ver periódicos para constatarlo. Peor aún, las prácticas cotidianas de esa política corrupta trascendieron y se trasladaron a una sociedad que también rompe las reglas. Incluidos los jóvenes. Corresponsables o no, es una realidad que provoca desencanto.
Los jóvenes nos desentendemos de la política con el pretexto de que los gobernantes hacen oídos sordos a las demandas de la sociedad. Los acusamos de buscar el beneficio personal o el de sus partidos. Un desentendimiento que lleva al distanciamiento. Y paradójicamente brinda un amplio margen de acción, permitiendo que dichas prácticas -tan despreciadas por nosotros- se perpetúen.
También nos alejamos de la política porque vislumbramos horizontes cerrados. Los canales de participación no son claros, están estigmatizados o no nos interesa saber cómo acceder a ellos.
Pero, aclaremos. Estar interesado en política no se traduce en activismo, ni mucho menos en una necesaria pertenencia a un partido político. Tampoco es cierto que nuestra responsabilidad política se reduzca a simplemente tachar una boleta. Va más allá.
Ser un joven interesado en política implica, en primera instancia, hablar del tema. Por más cansado y abrumador que sea, abordarlo nos lleva a la reflexión. Se siembra la inquietud, y el desinterés se va perdiendo, paulatinamente.
Pero para discutir se necesita estar informado, para no ser engañado. Ambas herramientas se convierten automáticamente en un poderoso mecanismo de presión que se opone a que la ilegalidad, revestida de impunidad, siga gobernando.
Es fundamental romper con la apatía para llegar al “ya basta”. Porque ya fue suficiente tener que vivir en un país donde el Gobierno también toma su distancia, pero de la sociedad. Se niega a reconocer las distintas realidades presentes a lo largo y ancho del territorio nacional.
Tampoco podemos permitir que los sueldos de los funcionarios sigan creciendo, y los resultados disminuyendo. Que nuestra indiferencia no fomente la ineficiencia y la opacidad gubernamental, de la que tanto nos quejamos.
Desafortunadamente, muchas veces preferimos encerrarnos en círculos cercanos cumpliendo con responsabilidades limitadas: las de interés e impacto personal. Las exigencias académicas, laborales, familiares, de pareja, de amistad, engloban nuestro deber ser. Pero aquí no hay mano invisible que funcione. México necesita de jóvenes responsables en un amplio sentido, dispuestos a actuar en los entornos inmediatos.
Siendo conscientes y congruentes, los primeros pasos deben darse en nuestras colonias, en nuestras localidades, y la suma de ello resultará en un país mejor. Empezando por salir a las calles y observar. Constatarnos de que existen personas con problemas, cuya solución requiere esfuerzos en conjunto. Además es fundamental escuchar y dialogar. La interacción generará cohesión, tan necesaria, en un contexto de desigualdad social y polarización.
Interesarse desde joven en la política es lo único que puede evitar que se cometan abusos que provoquen daños irreversibles.
Porque no se puede repetir la pérdida irreversible de vidas de pequeños inocentes de Hermosillo. Lo que pasó en Oaxaca y el daño irreversible a las libertades más elementales. Lo que pasó en Atenco y el atentado irreversible al Estado de Derecho. Lo que pasa en esta “guerra” contra el narcotráfico y el irreversible aumento de la cifra de muertos. Y la lista podría continuar…
La política no solamente es el poder sin sentido. La política organiza, determina las formas de interacción entre los integrantes de una sociedad y define su rumbo. Además, como decía Thomas Mann: todo es política. Absolutamente todo. Porque nos afecta a todos.
¿Podemos darnos el lujo de seguir siendo una juventud apolítica? La respuesta es más que evidente.
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